Federico Herrera Bermejo nació en Almagro el 21 de febrero de 1915 y bautizado en esta parroquia de San Bartolomé. Sus padres, Víctor, picapedrero, y Dolores, eran de condición socioeconómica modesta. Su amigo de infancia más íntimo nos dice que Federico era de corazón generoso y noble, de carácter afable, tímido y de sentimientos delicados. Era el primero en la escuela y fue visto con frecuencia orando a solas en la iglesia. La vocación le brotó de muchas fuentes: la religiosidad de la familia, el tener primos franciscanos y dominicos, el trato con los franciscanos, a cuya escuela asistía y en cuya iglesia era acólito, y el ejemplo de su hermano José. Su fiesta se celebra el 6 de noviembre.
Con él entró en el seminario de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) en 1925, y en él permaneció dos años. Completó las humanidades en La Puebla de Montalbán (Toledo) de 1927 a 1930. El 1 de junio de 1930 vistió el hábito franciscano en Arenas de San Pedro (Ávila), donde hizo su primera profesión el 2 de junio de 1931. Siguió su formación sacerdotal con el trienio filosófico en Pastrana (Guadalajara) y con los dos primeros cursos de teología en Consuegra (Toledo), ya en 1934-1936.
Sus compañeros le califican como personalidad de relieve, afable, con don de gentes, como el más dotado en inteligencia y memoria, sin presumir de ello. Ejemplar y el número uno en el seminario menor, siempre destacó en el latín y la música. Era el organista principal del seminario.
En el seminario mayor se dedicó con ardor a esas aficiones con perjuicio de los estudios institucionales, aunque siguió obteniendo calificaciones muy altas. Su comportamiento se resintió y sufrió altibajos en sus años de profeso. En su segundo -y último- año de teología hizo causa común con el grupito que no aceptaba la actuación, recta y exigente, del maestro de disciplina, pero admitió la corrección y enmendó esa desviación pasajera, que no hizo vacilar su vocación. Los superiores no dudaron en admitirlo a la profesión solemne el 17 de mayo de 1936 y a la tonsura y órdenes menores, recibidas el 6 y 7 de junio de 1936 en Ciudad Real. En carta a sus familiares, Federico se declaraba gozoso de haber dado el paso de su consagración definitiva a Dios e ilusionado con el sacerdocio ya cercano. Junto con 19 hermanos de hábito sufrió la muerte por Cristo en Fuente el Fresno el 16 de agosto de 1936.
Con él entró en el seminario de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) en 1925, y en él permaneció dos años. Completó las humanidades en La Puebla de Montalbán (Toledo) de 1927 a 1930. El 1 de junio de 1930 vistió el hábito franciscano en Arenas de San Pedro (Ávila), donde hizo su primera profesión el 2 de junio de 1931. Siguió su formación sacerdotal con el trienio filosófico en Pastrana (Guadalajara) y con los dos primeros cursos de teología en Consuegra (Toledo), ya en 1934-1936.
Sus compañeros le califican como personalidad de relieve, afable, con don de gentes, como el más dotado en inteligencia y memoria, sin presumir de ello. Ejemplar y el número uno en el seminario menor, siempre destacó en el latín y la música. Era el organista principal del seminario.
En el seminario mayor se dedicó con ardor a esas aficiones con perjuicio de los estudios institucionales, aunque siguió obteniendo calificaciones muy altas. Su comportamiento se resintió y sufrió altibajos en sus años de profeso. En su segundo -y último- año de teología hizo causa común con el grupito que no aceptaba la actuación, recta y exigente, del maestro de disciplina, pero admitió la corrección y enmendó esa desviación pasajera, que no hizo vacilar su vocación. Los superiores no dudaron en admitirlo a la profesión solemne el 17 de mayo de 1936 y a la tonsura y órdenes menores, recibidas el 6 y 7 de junio de 1936 en Ciudad Real. En carta a sus familiares, Federico se declaraba gozoso de haber dado el paso de su consagración definitiva a Dios e ilusionado con el sacerdocio ya cercano. Junto con 19 hermanos de hábito sufrió la muerte por Cristo en Fuente el Fresno el 16 de agosto de 1936.